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Con gotas de agua enfrentan el hambre en La Guajira

FUENTE: SEMANA RURAL

En La Guajira parecieran reunirse todos los males. Su índice de pobreza monetaria es casi cuatro veces el nacional y, en ese ranking, ocupa el segundo lugar después de Chocó. Además, en seis años, ha tenido 11 gobernadores que no pudieron reducir las graves estadísticas en salud, educación y seguridad alimentaria.

Este último tema parece el más dramático.  La Guajira tienen en promedio ocho horas de sol a mínimo 32 grados centígrados cada día que, junto con fuertes vientos acaban con cualquier cultivo. El nivel de desnutrición es 4,8 veces superior al promedio nacional y el de enfermedades gastrointestinales, dada el agua no potable, es 2,4 veces.

No obstante esas cifras desoladoras, el panorama empezó a volverse prometedor desde julio del 2018, cuando un sistema de riego por goteo, implementado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), financiando por Cooperación brasileña, Fondo CERF y Suecia, hizo florecer la esperanza en esas zonas rurales dispersas donde solamente el 4 por ciento de la población rural cuenta con agua potable.

El sistema de riego de goteo ha permitido que los cultivos sobrevivan a las temporadas de sequía de La Guajira. ©Leonardo Numpaque/Semana

El proyecto trabaja en la obtención de unos 30 metros cúbicos diarios de agua subterránea a partir de la rehabilitación de viejos molinos de viento. Con ese líquido, y a través de un sistema de mangueras, se consigue un lento -y constante- goteo sobre las plántulas. La acción se tradujo, según FAO, en la cosecha de unas 36 toneladas de comida en casi un año para 18 de las comunidades más pobres de Manaure, Uribia, Maicao, Albania y Riohacha.

Sigle Flor Ipuana, líder wayúu de la comunidad Montelara de Maicao, a tan solo 100 metros de la frontera con Venezuela, cuenta cómo era que su gente trabajaba el campo. “Antes no usábamos abono, hacíamos el hueco, metiamos la semilla y esperábamos a que saliera. Teníamos que esperar la lluvia para poder sembrar cosas de ciclos cortos como el plátano topocho y frijol. Con la yuca muchas veces se acababan las lluvias y se perdían esos cultivos”, cuenta.

Y es que aparte de la escasez de agua, esas comunidades, como en la mayoría del país, no cuentan con tecnologías en sus cultivos que las haga eficientes. Según datos del más reciente Censo Nacional Agropecuario (CNA), sólo el 33,3 por ciento de las zonas de cultivo utiliza algún tipo de sistema de riego.

El trabajo comunitario dicen los pobladores está dando sus primeros frutos. ©Leonardo Numpaque/Semana

«Las mujeres y niños gastan alrededor de siete horas diarias en busca de agua potable»

No obstante, la estrategia de FAO consistió en establecer un área de 5.000 metros cuadrados en cada comunidad y dedicar el 50 por ciento a producir maíz, sorgo, habichuela, frijol guajirito, melón, patilla, ahuyama, berenjena y pepino entre otros. La otra mitad se destinó a la actividad pecuaria, principalmente a crianza de chivos, ovejos y, en menor cantidad, vacas.

En total, son 1003 familias las que se han beneficiado del proyecto en esas zonas mayormente de la Alta Guajira, comunidades en donde prácticamente se triplicó el número de habitantes dado el fenómeno migratorio venezolano. Acorde con registros, los hogares que hacen parte del proyecto son 336 familias de colombianos retornados, 305 de venezolanos y 362 de colombianos receptores

“El equipo fue a las comunidades a verificar la situación real de riesgo con el objetivo de llegar a los más vulnerables dentro de los vulnerables”, dijo María Consuelo Vergara, especialista senior en gestión de riesgos y resiliencia de FAO Colombia.

Wilfredo Muñoz, llegó hace cinco años de Venezuela por la crisis de ese país a buscar oportunidades para su familia. ©Leonardo Numpaque/Semana

Sigle Flor Ipuana, líder wayúu de la comunidad Montelara, forma parte de una de las familias receptoras de venezolanos y colombianos retornados. ©Leonardo Numpaque/Semana

Receta para animales

Además del sistema de goteo, el proyecto de FAO también incluyó estrategias para asegurar el alimento de chivos y gallinas. Ahí, junto al Ministerio de Agricultura, entre otras entidades, desarrollaron una estrategia para reforzar los conocimientos de las comunidades campesinas e indígenas con brigadas de salud para los animales y capacitaciones sobre control de productividad.

“Hemos aportado información para que los beneficiarios del programa puedan llevar un plan sanitario con todas las actividades que realizan con sus animales: desparasitación, vitaminización y dosis de medicamentos”, dijo Miller Fernández, técnico pecuario.

A eso se suma la preparación de un alimento casero que consiste en deshidratar las hojas de yuca, agregarles sal, triturarlas con las manos y combinarlas luego con maíz. “Esa preparación les aporta a los animales los minerales que necesitan y se convierte en una alternativa para las condiciones en La Guajira”,agregó.

 Comunidades wayúu, campesinas, afros son beneficiarias de este programa. ©FAOColombia

Sobre eso, Wilfredo Muñoz no deja de sorprenderse. Campesino de la comunidad San José, del municipio de Albania, se acostumbró por años a una crianza de animales bien diferente. “Nosotros no estamos acostumbrados a cuidar tanto a los chivos. Cuando no les damos comida, se enferman y como no tenemos cómo curarlos, pues casi siempre se mueren”, dice sincero.

También se ha mejorado la dieta con el cultivo de mejores forrajes. Acorde con los veterianarios que hacen parte del programa, los animales en esas comunidades están consumiendo un mayor porcentaje de proteínas.

El trabajo que se viene realizando en estas comunidades más allá de generar alimentos para todos, ha hecho que el cooperativismo florezca con un fin en común, líderes de las comunidades aseguran que antes con los vecinos, solo se saludaban, hoy este espacio de labor se ha convertido en un lugar donde comparten cosas del día a día, historias y se ha construido un tejido social solidario.

Los animales en estas comunidades han aumentado en más 400 cabezas desde que se implementaron las brigadas de salud y controles al ganado ovino caprino. ©FAOColombia

Finalmente Alan Bojanic, representante de FAO Colombia, calificó como muy positivos los proyectos, ya que están produciendo alimentos de manera rápida, mejorando las condiciones de alimentación y añadió, “el tema es cómo podemos ampliar el espectro de los proyectos. Lo que se hace sin duda es insuficiente para la necesidad que hay”.

Esta primera fase del proyecto que arrojó resultados positivos para las comunidades, terminó el pasado 30 de abril con una inversión de USD 1.416.000.

La segunda fase inició en mayo pasado y se extenderá hasta el mes de abril de 2020 y tiene fondos por 500.000 dólares y se ejecutará en las mismas 7.000 personas, buscando consolidar la producción de alimentos para que sea estable, que las familias tengan las capacidades de hacer sostenible el bienestar de sus cultivos y animales.

Si bien la primera fase fue una respuesta a la necesidad de alimentos que se incrementó ante la llegada masiva de migrantes y responder a la crisis de manera inmediata. Con lo que viene se busca el fortalecimiento del trabajo de las comunidades con enfoque en el manejo de riesgos climáticos. Además, fortalecer la generación de ingresos en mujeres y jóvenes, será otro pilar fundamental.

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